El hombre había pedido un préstamo
a su señor el marqués de Dai para ampliar sus tierras de cultivo esperando una buena
cosecha, pero la climatología no le había favorecido durante tres años seguidos
y ahora se veía arruinado y sin posibilidad de pagar a tiempo su deuda. Se
presentó ante el administrador del señor y le expuso su situación. Éste le
recordó cual era el sistema, si no podía pagar tendría que convertirse en
esclavo.
Sirviente dinastía Han |
Volvió a su casa apesadumbrado y
le expuso a su mujer el problema, ya tenían siete hijos pequeños que sin el
padre no podrían sobrevivir ¿quién iba a cultivar la tierra? Decidieron que el
padre volvería a palacio y le propondría al administrador un cambio.
A la mañana siguiente logró otra
entrevista con aquel hombre tan ocupado y le comunicó lo que había acordado
con su mujer. El administrador lo pensó
durante un rato, mientras saboreaba una taza de un té aromático que el
campesino nunca podría probar y finalmente le dio su aprobación.
Y aquella niña que se había
salvado de morir al nacer, solo por el hecho de ser niña, fue la salvadora de
la familia. Su padre la llevó hasta el palacio del marqués de Dai y la entregó
al portero para que pasara el resto de su vida entre aquellas paredes que
encerraban un lujo ni siquiera soñado por una familia de campesinos.
Su trabajo comenzó en las cocinas
limpiando, fregando y viendo pasar por delante las cosas que los señores comían y que ella ni siquiera sabía que existían. Además de
pollos, patos mandarines, gansos, ovejas,
cerdos y vacas, en esas cocinas se
preparaba carne de camello y de animales que se cazaban para ellos como el
ciervo sika, la tórtola, el ganso, el búho, la perdiz de bambú china, la urraca, el faisán
común y las grullas. Ella había probado alguna vez pescado cuando su padre no
había podido vender todo lo conseguido pero aquí había peces inimaginables e incluso tortugas. Pero, por supuesto, nada de eso era para ella, la jefa de cocina
repartía las sobras entre el personal pero para ella, recién llegada solo había
un cuenco de arroz con algunas verduras y a veces un trozo de carne. En realidad
era más de lo que comía en su propia casa así que no tenía motivos de queja.
Sopera y cucharón de madera lacada |
Una mañana el personal de cocina
se vio diezmado por una intoxicación, todos vomitaban y no paraban de visitar
el excusado que había en el patio, así que ella, que era la única que no había
comido más que su arroz con verduras, fue la encargada de llevarle el té a la
señora. Tuvieron que indicarle varias veces el recorrido que había que hacer
para llegar a sus habitaciones y, aunque llevaba la mirada baja, no podía dejar
de advertir las cosas maravillosas que se extendían a su alrededor. La señora
la miró detenidamente y le preguntó por su situación, ella contestó sin
levantar la vista incluso cuando los dedos de larguísimas uñas le tomaron la
barbilla para observarla mejor. La despidió con un gesto y ella regresó a la
cocina.
Pero esa misma tarde le hicieron
presentarse en las oficinas del administrador quien le dijo que la señora
quería que pasase a su servicio personal, ella amaba profundamente las cosas
hermosas y la niña se lo había parecido, quería tenerla a su lado cuando
abriese los ojos por la mañana para deleitarse contemplando su pequeña boca
roja y sus ojos de almendra.
Jarrón |
Lo primero que hicieron fue llevarla
a bañarse cuidadosamente y cambiaron su sencilla ropa de algodón por otra de
seda. Falda muy larga por detrás, blusa corta, una túnica de una sola capa, calcetines y zapatos,
además de ropa interior blanca. Entró en las estancias de la señora y ésta le
indicó un colchón en el suelojunto a su cama, con una cubierta acolchada de seda y un almohadón, allí dormiría permaneciendo atenta a lo que ella pudiera
desear incluso en medio de la noche.
Pronto aprendió a satisfacer
todos los deseos de su señora con prontitud porque ella siempre tenía a mano un
abanico con el que golpearla si se retrasaba o un bastón de madera lacada y
cubierto de dibujos de madreperla, de apariencia delicada pero duro como una
estaca y eso lo sabían bien sus costillas y sus piernas.
La marquesa, al contrario que la mayoría
de las mujeres de la nobleza, sabía leer pero con el tiempo su vista había
empezado a decaer. Decidió que su esclava personal aprendiera a hacerlo para
que pudiera leerle los textos de su predilección, el Tao Te Quing y los
escritos que los maestros taoístas le hacían llegar. Recientemente había
recibido de ellos un tratado sobre el Chi Kung y sus movimientos que ayudaban a
mantener la vitalidad y la buena salud y estaba muy interesada en seguirlo por
lo que llamó al maestro que se lo había enviado para que les enseñara a
practicarlo. Al amanecer ambas salían a la galería orientada al este y tras
convocar a los ancestros taoístas, comenzaban la práctica presidida por una
pintura en seda que representaba los diferentes ejercicios.
Al atardecer la joven sacaba de
un arca de madera lacada, los textos que su señora quería leer esa noche,
podían ser de filosofía, historia, ciencia o cualquier otra materia en la que
estaba bien instruida. A veces tenía que hacer una consulta sobre la decisión a
tomar con respecto a algún asunto de importancia, entonces pedía que le llevara
el I Ching, El Libro de los Cambios y los 52 tallos de milenrama necesarios
para llevarla a cabo.
Bandera "ropa voladora" |
Estas lecturas se hacían en la sala presidida por una bandera en forma de T que había dispuesto se
pusiera sobre su sarcófago el día que muriera porque representaba el viaje al
más allá. En la parte superior estaba representado el Cielo, presidido por los
héroes fundadores Fu Xi y Nü Wa; la parte media, el mundo, en donde se
describía el viaje que la dama Dai haría hacia el más allá y la inferior
mostraba el inframundo, en el que habitan dos serpientes entrelazadas. En las
esquinas se encuentra el cuervo que simboliza el Sol y el sapo que simboliza la
Luna, el apareamiento del Sol y la Luna representa las fuerzas cósmicas del yin
y yang. Esta bandera recibía el nombre de “ropa voladora”.
Un día, mientras estaban enfrascadas
en la lectura, el sirviente personal del señor de Dai pidió permiso para entrar
en el aposento, era tan inusual el pedido que enseguida pensaron que algo fatal
había sucedido. Así era, el marqués había fallecido. Enseguida se dispusieron
todas las ceremonias que había que llevar a cabo y los arreglos de la tumba que
ya tenía preparada, así como todas las ofrendas que habría que depositar en
ella.
Una vez que los rituales hubieron
concluido, la marquesa dispuso que construyeran su propia tumba en las
inmediaciones de la de su marido pero mientras estaba en construcción, su hijo
mayor también falleció lo que le obligó a modificar el proyecto para acogerle
también a él.
A pesar de la práctica continuada
de Chi Kung, la salud de la marquesa no hacía más que empeorar. Los maestros le
recomendaban una dieta que ella no seguía porque comer le producía un placer
extremo y probar nuevas recetas era una de sus pasiones. Ahora que ya había
cumplido 50 años, tenía obesidad mórbida, grandes molestias digestivas
producidas por cálculos biliares y dolor en las articulaciones producido por la
arterioesclerosis que padecía.
Reconstrucción ejercicios de Chi Kung |
Día a día su estado de salud iba
empeorando, cada vez se fatigaba más y el corazón se le aceleraba al realizar
el más mínimo esfuerzo, se dio cuenta de que su tiempo en la tierra se acababa.
Le pidió a la muchacha que le llevara todo lo necesario para redactar un
documento; en él le concedía la libertad y le dejaba el suficiente dinero como
para que pudiera llevar una vida decorosa, con la condición de que estuviera
con ella hasta su muerte y se encargara de que todo lo que deseaba llevarse a
la tumba estuviera dispuesto. También tenía que estar presente cuando todo se
depositara dentro de ella, para asegurarse de que nadie se quedaba con nada.
Al poco tiempo su corazón no
aguantó más y se desplomó en medio de su dormitorio. Inmediatamente se activó
todo el protocolo para prepararla para su último viaje. Había dispuesto que la vistieran
con una blusa de gasa tan fina que era posible ver a través de ella y que la
envolvieran en veinte capas de ropas para todo tipo de climatología, fijadas
por nueve cinturones. Así la sumergirían en un sarcófago de madera de pino en
el que habían depositado ochenta litros de un preparado a base de un compuesto
ácido rico en magnesio que preservaría su cuerpo.
Reconstrucción de la tumba |
Sobre este sarcófago se colocaría
su bandera funeraria en forma de T y después se introduciría en otro y así
hasta cuatro. La cámara mortuoria, también hecha de madera y losas de hasta 500
kilos, tenía dos estancias, una para el cadáver y otra para depositar todo el
ajuar. Estuches de aseo con trípode, jarrones, cucharas, paletas, copas y
vasos, jarras, bandejas y abanicos todo en madera lacada, piezas de seda y
vestidos. Instrumentos musicales como una cítara, un órgano de 22 tubos y
varias cornamusas. Ciento sesenta y dos
figurillas de madera y varias maquetas funerarias. Tampoco faltaron sus libros
preferidos, dos ejemplares del Tao Te King y uno del I Ching, además de un manuscrito
de medicina, numerosos rollos de filosofía taoísta y otros de geografía, estrategia
militar, astronomía o adivinación, incluso algunos sobre la forma de las nubes
o de fisiognomía para caballos
Tampoco podían faltar sus hierbas
medicinales y sus platos favoritos, guisos de verduras y carne cocinados en
vasijas, estofados de carne de vaca y arroz, de carne de perro, de apio y de
venado, pescado y brotes de bambú. Arroz, trigo, cebada, dos variedades de mijo
y soja, azúcar, miel, salsa de soja y sal.
Su cámara, junto con las de su esposo e hijo, se cubrieron con grandes
planchas de ciprés, unos veinte metros de tierra compacta y varias capas de
carbón y arcilla blanca. Toda esta preparación hizo que se conservara
extraordinariamente bien todo el conjunto. Los documentos nos han permitido
saber que el personaje allí enterrado con un lujo extraordinario era Xin Zhui,
esposa de Li Cang (segunda mitad del s.III-185 a.C.), primer ministro del
Estado de Changsha (202 a.C.- 7 d.C.) durante la dinastía Han del Oeste y
Marqués de Dai. Su cuerpo muy bien conservado, tenía la piel todavía húmeda, pelo, cejas y pestañas. Su
sangre, del tipo A, se mantenía roja y fluida dentro de su cuerpo y sus órganos
internos, que la autopsia reveló “como los de una persona fallecida apenas una
o dos semanas atrás”, no mostraban signos de corrupción. Murió a principios del verano y su última comida fué un melón del que su estómago conservaba 138 semillas.
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