viernes, 29 de mayo de 2020

LA ESCLAVA DE LA MARQUESA DE DAI


El hombre había pedido un préstamo a su señor el marqués de Dai para ampliar sus tierras de cultivo esperando una buena cosecha, pero la climatología no le había favorecido durante tres años seguidos y ahora se veía arruinado y sin posibilidad de pagar a tiempo su deuda. Se presentó ante el administrador del señor y le expuso su situación. Éste le recordó cual era el sistema, si no podía pagar tendría que convertirse en esclavo.

Sirviente dinastía Han
Volvió a su casa apesadumbrado y le expuso a su mujer el problema, ya tenían siete hijos pequeños que sin el padre no podrían sobrevivir ¿quién iba a cultivar la tierra? Decidieron que el padre volvería a palacio y le propondría al administrador un cambio.

A la mañana siguiente logró otra entrevista con aquel hombre tan ocupado y le comunicó lo que había acordado con  su mujer. El administrador lo pensó durante un rato, mientras saboreaba una taza de un té aromático que el campesino nunca podría probar y finalmente le dio su aprobación.


Y aquella niña que se había salvado de morir al nacer, solo por el hecho de ser niña, fue la salvadora de la familia. Su padre la llevó hasta el palacio del marqués de Dai y la entregó al portero para que pasara el resto de su vida entre aquellas paredes que encerraban un lujo ni siquiera soñado por una familia de campesinos.

Su trabajo comenzó en las cocinas limpiando, fregando y viendo pasar por delante las cosas que  los señores comían y que ella  ni siquiera sabía que existían. Además de pollos, patos mandarines, gansos,  ovejas,  cerdos y vacas, en esas cocinas se preparaba carne de camello y de animales que se cazaban para ellos como el ciervo sika, la tórtola, el ganso, el búho, la  perdiz de bambú china, la urraca, el faisán común y las grullas. Ella había probado alguna vez pescado cuando su padre no había podido vender todo lo conseguido pero aquí había peces inimaginables  e incluso tortugas. Pero, por supuesto,  nada de eso era para ella, la jefa de cocina repartía las sobras entre el personal pero para ella, recién llegada solo había un cuenco de arroz con algunas verduras y a veces un trozo de carne. En realidad era más de lo que comía en su propia casa así que no tenía motivos de queja.
Sopera y cucharón de madera lacada

Una mañana el personal de cocina se vio diezmado por una intoxicación, todos vomitaban y no paraban de visitar el excusado que había en el patio, así que ella, que era la única que no había comido más que su arroz con verduras, fue la encargada de llevarle el té a la señora. Tuvieron que indicarle varias veces el recorrido que había que hacer para llegar a sus habitaciones y, aunque llevaba la mirada baja, no podía dejar de advertir las cosas maravillosas que se extendían a su alrededor. La señora la miró detenidamente y le preguntó por su situación, ella contestó sin levantar la vista incluso cuando los dedos de larguísimas uñas le tomaron la barbilla para observarla mejor. La despidió con un gesto y ella regresó a la cocina.

Pero esa misma tarde le hicieron presentarse en las oficinas del administrador quien le dijo que la señora quería que pasase a su servicio personal, ella amaba profundamente las cosas hermosas y la niña se lo había parecido, quería tenerla a su lado cuando abriese los ojos por la mañana para deleitarse contemplando su pequeña boca roja y sus ojos de almendra.

Jarrón
Lo primero que hicieron fue llevarla a bañarse cuidadosamente y cambiaron su sencilla ropa de algodón por otra de seda. Falda muy larga por detrás, blusa corta, una  túnica de una sola capa, calcetines y zapatos, además de ropa interior blanca. Entró en las estancias de la señora y ésta le indicó un colchón en el suelojunto a su cama, con una cubierta acolchada de seda y un almohadón,  allí dormiría permaneciendo atenta a lo que ella pudiera desear incluso en medio de la noche.

Pronto aprendió a satisfacer todos los deseos de su señora con prontitud porque ella siempre tenía a mano un abanico con el que golpearla si se retrasaba o un bastón de madera lacada y cubierto de dibujos de madreperla, de apariencia delicada pero duro como una estaca y eso lo sabían bien sus costillas y sus piernas.

La marquesa, al contrario que la mayoría de las mujeres de la nobleza, sabía leer pero con el tiempo su vista había empezado a decaer. Decidió que su esclava personal aprendiera a hacerlo para que pudiera leerle los textos de su predilección, el Tao Te Quing y los escritos que los maestros taoístas le hacían llegar. Recientemente había recibido de ellos un tratado sobre el Chi Kung y sus movimientos que ayudaban a mantener la vitalidad y la buena salud y estaba muy interesada en seguirlo por lo que llamó al maestro que se lo había enviado para que les enseñara a practicarlo. Al amanecer ambas salían a la galería orientada al este y tras convocar a los ancestros taoístas, comenzaban la práctica presidida por una pintura en seda que representaba los diferentes ejercicios.

Al atardecer la joven sacaba de un arca de madera lacada, los textos que su señora quería leer esa noche, podían ser de filosofía, historia, ciencia o cualquier otra materia en la que estaba bien instruida. A veces tenía que hacer una consulta sobre la decisión a tomar con respecto a algún asunto de importancia, entonces pedía que le llevara el I Ching, El Libro de los Cambios y los 52 tallos de milenrama necesarios para llevarla a cabo.

Bandera "ropa voladora"
Estas lecturas se hacían en la sala presidida por una bandera en forma de T que había dispuesto se pusiera sobre su sarcófago el día que muriera porque representaba el viaje al más allá. En la parte superior estaba representado el Cielo, presidido por los héroes fundadores Fu Xi y Nü Wa; la parte media, el mundo, en donde se describía el viaje que la dama Dai haría hacia el más allá y la inferior mostraba el inframundo, en el que habitan dos serpientes entrelazadas. En las esquinas se encuentra el cuervo que simboliza el Sol y el sapo que simboliza la Luna, el apareamiento del Sol y la Luna representa las fuerzas cósmicas del yin y yang. Esta bandera recibía el nombre de “ropa voladora”.

Un día, mientras estaban enfrascadas en la lectura, el sirviente personal del señor de Dai pidió permiso para entrar en el aposento, era tan inusual el pedido que enseguida pensaron que algo fatal había sucedido. Así era, el marqués había fallecido. Enseguida se dispusieron todas las ceremonias que había que llevar a cabo y los arreglos de la tumba que ya tenía preparada, así como todas las ofrendas que habría que depositar en ella.

Una vez que los rituales hubieron concluido, la marquesa dispuso que construyeran su propia tumba en las inmediaciones de la de su marido pero mientras estaba en construcción, su hijo mayor también falleció lo que le obligó a modificar el proyecto para acogerle también a él.

A pesar de la práctica continuada de Chi Kung, la salud de la marquesa no hacía más que empeorar. Los maestros le recomendaban una dieta que ella no seguía porque comer le producía un placer extremo y probar nuevas recetas era una de sus pasiones. Ahora que ya había cumplido 50 años, tenía obesidad mórbida, grandes molestias digestivas producidas por cálculos biliares y dolor en las articulaciones producido por la arterioesclerosis que padecía.

Reconstrucción ejercicios de Chi Kung
Día a día su estado de salud iba empeorando, cada vez se fatigaba más y el corazón se le aceleraba al realizar el más mínimo esfuerzo, se dio cuenta de que su tiempo en la tierra se acababa. Le pidió a la muchacha que le llevara todo lo necesario para redactar un documento; en él le concedía la libertad y le dejaba el suficiente dinero como para que pudiera llevar una vida decorosa, con la condición de que estuviera con ella hasta su muerte y se encargara de que todo lo que deseaba llevarse a la tumba estuviera dispuesto. También tenía que estar presente cuando todo se depositara dentro de ella, para asegurarse de que nadie se quedaba con nada.


Al poco tiempo su corazón no aguantó más y se desplomó en medio de su dormitorio. Inmediatamente se activó todo el protocolo para prepararla para su último viaje. Había dispuesto que la vistieran con una blusa de gasa tan fina que era posible ver a través de ella y que la envolvieran en veinte capas de ropas para todo tipo de climatología, fijadas por nueve cinturones. Así la sumergirían en un sarcófago de madera de pino en el que habían depositado ochenta litros de un preparado a base de un compuesto ácido rico en magnesio que preservaría su cuerpo.

Reconstrucción de la tumba
Sobre este sarcófago se colocaría su bandera funeraria en forma de T y después se introduciría en otro y así hasta cuatro. La cámara mortuoria, también hecha de madera y losas de hasta 500 kilos, tenía dos estancias, una para el cadáver y otra para depositar todo el ajuar. Estuches de aseo con trípode, jarrones, cucharas, paletas, copas y vasos, jarras, bandejas y abanicos todo en madera lacada, piezas de seda y vestidos. Instrumentos musicales como una cítara, un órgano de 22 tubos y varias cornamusas.  Ciento sesenta y dos figurillas de madera y varias maquetas funerarias. Tampoco faltaron sus libros preferidos, dos ejemplares del Tao Te King y uno del I Ching, además de un manuscrito de medicina, numerosos rollos de filosofía taoísta y otros de geografía, estrategia militar, astronomía o adivinación, incluso algunos sobre la forma de las nubes o de fisiognomía para caballos
Tampoco podían faltar sus hierbas medicinales y sus platos favoritos, guisos de verduras y carne cocinados en vasijas, estofados de carne de vaca y arroz, de carne de perro, de apio y de venado, pescado y brotes de bambú. Arroz, trigo, cebada, dos variedades de mijo y soja, azúcar, miel, salsa de soja y sal.

Su cámara, junto con las de su esposo e hijo, se cubrieron con grandes planchas de ciprés, unos veinte metros de tierra compacta y varias capas de carbón y arcilla blanca. Toda esta preparación hizo que se conservara extraordinariamente bien todo el conjunto. Los documentos nos han permitido saber que el personaje allí enterrado con un lujo extraordinario era Xin Zhui, esposa de Li Cang (segunda mitad del s.III-185 a.C.), primer ministro del Estado de Changsha (202 a.C.- 7 d.C.) durante la dinastía Han del Oeste y Marqués de Dai. Su cuerpo muy bien conservado, tenía la piel todavía húmeda, pelo, cejas y pestañas. Su sangre, del tipo A, se mantenía roja y fluida dentro de su cuerpo y sus órganos internos, que la autopsia reveló “como los de una persona fallecida apenas una o dos semanas atrás”, no mostraban signos de corrupción. Murió a principios del verano y su última comida fué un melón del que su estómago conservaba 138 semillas.
 
La Marquesa de Dai

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