Cuando era pequeña en las largas noches de invierno reunidos todos alrededor del generoso fuego de la casa, su padre les contaba cómo el abuelo de su abuelo había abierto una ruta comercial. Su antepasado había observado que cuando algún viajero llevaba hermosos objetos de oro, bronce o ámbar o vajillas bellamente decoradas, la familia del jefe y las mujeres de los altos mandos militares se los disputaban.
Así que trazó un plan en riguroso
secreto. Empezó entablando conversaciones con ellos, invitándolos a un trago o
a un plato de comida para conocer la procedencia de aquellos objetos y las
necesidades que allí tenían. Supo que la sal era un bien muy preciado en buena
parte del camino y empezó a planear la ruta que iba a hacer. Montaría un carro
con sus bueyes en la almadía que remontaba el río[1]
y lo cargaría de sal y de lo que consideró podría venderse o intercambiarse por
el camino. Cuando el río dejara de ser navegable, seguiría con su carro hasta
llegar a la costa[2].
Cuando estuvo dispuesto para
partir lo comunicó a su familia que lo tachó de loco, un viaje tan largo y
lleno de peligros, ¿cómo se iba a hacer entender con aquellos pueblos que
seguramente hablarían otra lengua?. Pero él no se arredró, sabía que aunque las
lenguas de los pueblos celtas variaban unas de otras, no eran tan diferentes
como para no comprenderse. Partió feliz y esperanzado. Aunque tardó en volver
mucho tiempo, lo hizo cargado de hermosos objetos que vendió tan rápidamente
que apenas pudo creerlo. A partir de ahí todo fue ampliar el negocio,
establecer contactos sólidos y conocer bien las mejores rutas. La familia había
continuado y había abierto relaciones comerciales con las poderosas castas de
otras ciudades, incluso con algunas muy lejanas.Viviendas de Heuneburg, reconstrucción
El tío abuelo de la niña, que escuchaba emocionada la historia aunque la conocía perfectamente, viendo el éxito que tenían las joyas que importaban de las colonias griegas en el Mediterráneo pensó que las debían producir ellos mismos. Él desde que era muy joven se había dedicado en su tiempo libre a fabricar joyas en bronce, era muy habilidoso y las usaba para regalar a alguna joven que le gustaba o para sacar algún beneficio que le permitiera tomar un trago. Pensó que aunque el oro era muy diferente, sabría sacarle partido. Lo planteó como una actividad más de la familia, al igual que el antepasado se había atrevido a hacer algo nuevo, ellos también podrían hacer lo mismo. Y así nació el taller de joyería.
Cuando la niña vino al mundo su
familia ya era una de las más importantes de la ciudad. No tenía que levantarse
al amanecer para ir a trabajar, ni tenía que coser sus propios vestidos. Cada
mañana, se encaminaba junto con los otros hijos de las familias principales
hasta la casa del druida donde eran instruidos en todo lo que iban a necesitar
en su vida futura, lo que incluía un buen conocimiento de las plantas y árboles
de su alrededor, de las fuentes de agua, de las estrellas de cielo y, sobre
todo, de cómo comportarse con todos los seres vivos y con aquellos seres que,
aunque solo se pudieran ver en circunstancias especiales, vivían en la
naturaleza protegiéndola.
El druida los llevaba a los
frondosos bosques, atravesando la ciudad hasta llegar a la muralla de 4 metros
de altura, construida en adobe con una base de sillares y encalada para que relumbrara
cuando le diera el sol y se pudiera ver desde lejos tratando de disuadir a los
potenciales invasores. Tenía varias torres de vigilancia y una pasarela
cubierta para que en los días de lluvia y nieve los centinelas estuvieran
protegidos. Una vez atravesada la puerta pasaban entre las casas que se habían
ido construyendo a medida que crecía la población para llegar, ya en terreno
llano, hasta la segunda muralla de adobe y cruzar por la puerta monumental
levantada sobre un zócalo de sillares.
Heuneburg |
Una vez que atravesaban la última muralla tenían
ante su vista pequeños castros de montaña y un camino a recorrer flanqueado por
los talleres de ceramistas, hiladoras o tintoreros, huertas, numerosas granjas
y campos de pasto para las cabras y las ovejas, hasta llegar al bosque junto al
río. Allí practicaban lo que habían aprendido en el aula.
En algunas ocasiones el druida
los llevaba a visitar los túmulos donde estaban enterrados los personajes
principales de la historia de la ciudad. Siempre les llevaban alguna ofrenda y
les dedicaban una oración. La niña entonces soñaba que la enterraban en su
propio túmulo, con sus mejores vestidos y sus joyas más hermosas y que cada año
iban sus familiares a recordarla.
Cuando la niña creció su familia
empezó a plantearse con quién la deberían unir, no podía ser cualquiera, ella
pertenecía a la sociedad privilegiada dueña de bienes y de un negocio siempre
en expansión. Pero fue el druida el que lo terminó decidiendo, se reunió con la
familia y les habló de la familia que estaba interesada en unirse a ellos.
Pertenecían a la élite militar y el joven ya había destacado en la lucha. La
alianza podría llegar más allá de la mera unión de los jóvenes, propusieron
formar un cuerpo de guerreros de élite que acompañaría a las expediciones para
proteger las mercancías de los frecuentes asaltos que sufrían en ciertas etapas
del viaje. Les pareció una propuesta interesante y la aceptaron.
No hubo novia mejor aderezada en
toda la historia de la ciudad. El taller de joyería estuvo trabajando días para
crear las mejores joyas que nunca habían hecho y el resultado fue espléndido,
podían rivalizar con las procedentes de los talleres de Massilia. La túnica que
la cubría era de lino muy fino y teñido de rojo. El mantón era de un tejido que
procedía de un lejanísimo lugar, fino, suave y sutil, lo llamaban seda y solo
los muy poderosos tenían acceso a él. Los arreos del caballo en el que llegó
montada, eran otro trabajo delicado, así como la silla de montar. Ella estaba
resplandeciente.
Desde el primer momento ella dejó
bien claro que quería tener su propia vivienda, no quería compartir su vida ni
con sus parientes ni con los de su esposo y como siempre se había salido con la
suya, no dudó que esta vez también sería así. Se instalaron pues en la que los
familiares de ambos habían mandado construir y la llenaron con muebles de
madera ricamente trabajados y con
alacenas donde se exponía la hermosa vajilla griega que utilizaban en las
grandes ocasiones. Entre sus objetos preferidos estaba un erizo de mar
petrificado y un ammonites a los que tenía reservado un sitio preferente, se
los habían traído de una zona muy alejada del mar y eso era lo que les hacía especialmente
atractivos, porque ¿qué hacían animales marinos enterrados en montañas?Adorno del pectoral del caballo
En los años siguientes tuvo tres
hijos varones y una niña que murió al cumplir los cuatro años. La enterraron con
una túnica azul, un manto de lana y sus adornos favoritos, entre los que
destacaba un broche de oro salido del taller familiar y lo hicieron en una
tumba sencilla junto al túmulo que ya estaban construyendo para ella que, no
solo quería ver cumplido su deseo infantil sino que quería contemplarlo con sus
propios ojos y dejarlo tal y como a ella le gustaba, aunque cierto es que también
le hubiera gustado tardar un poco más en utilizarlo.
A la edad de 35 años murió y tal
y como había dispuesto fue enterrada en el magnífico túmulo revestido de planchas
de roble y abeto blanco que fueron cubiertas con telas. En él depositaron un
riquísimo ajuar, piezas de tela, pilas
de pieles, un adorno hecho de colmillos de jabalí y campanillas de bronce para
el pectoral de su caballo, hermosos objetos tallados en madera de boj y su
cuerpo adornado con sus mejores joyas de ámbar, oro y bronce, brazaletes
tallados en piedra negra y un cinturón de bronce y cuero. También depositaron
el ammonites y el erizo de mar petrificado, tal y como ella había querido.
En el lado opuesto de la cámara
enterraron a su sirvienta personal para que pudiera seguir atendiéndola, con
sus modestos adornos de bronce y con los arreos del caballo, ricamente
decorados, entre sus manos.
La madera que revestía la cámara
fue cortada en el otoño del año 583 ac y aunque la tumba de la niña fue saqueada,
la suya permaneció intacta. Se encontró en Heuneburg (Alemania)